CRECIMIENTO Y
DESARROLLO HUMANO EN EL AURA
Debido a su extensión entregaré este capítulo en los
siguientes artículos:
ENERGÍA V, se refiere al proceso de Encarnación
ENERGÍA VI, al nacimiento y la infancia
ENERGÍA VII, primera infancia y estado latente hasta los
siete años
ENERGÍA VIII, adolescencia y edad adulta
ENERGÍA IX, la madurez y la muerte
Como siempre, deseo que os sirvan de inspiración y de apoyo
en vuestra estancia en este mundo.
Para cubrir el campo de la experiencia humana desde el
nacimiento hasta la muerte y más allá de este recurriré tanto a la tradición
psicológica como a la metafísica. Si la metafísica no es del agrado del lector,
le ruego que la tome como una metáfora.
LA PRIMERA INFANCIA
Conforme crece el niño y se empieza a desarrollar el segundo
chakra su vida emocional se va enriqueciendo. El niño vive en mundos de
fantasía creados por él mismo, empieza a sentir que es una persona distinta de
su madre y esos mundos le ayudan a crear la separación. Las pertenencias del
niño se encuentran dentro de estos mundos de fantasía. Desde el campo etéreo
envía proyecciones que envuelven esos objetos y cuyas formas recuerdan las de
las amebas. Cuanto más importante sea el objeto en la creación del mundo
fantástico, más conciencia energética surgirá de su campo para rodearlo. El
objeto se convierte en parte del yo. Cuando se le arrebata de la mano con
fuerza, el objeto rasga el campo y causa dolor, tanto físico como emocional.
Alrededor de los dos años de edad, el niño considera a sus
padres como pertenencias suyas: «yo, mi papá, mi mamá, etc.». En el aura se
hacen más visibles los colores rojo-naranja y rosa-violeta. El niño está
empezando a relacionarse con los otros, aprendiendo un tipo básico de amor.
En lo que se refiere al campo, el niño es capaz de separarse
del de su madre, aunque entre ambos sigue existiendo un cordón umbilical
etéreo. Así se inicia el proceso de separación y de identidad independiente. El
niño crea un espacio de fantasía, habita en él, pero sigue teniendo a su madre
conectada por su cordón umbilical etéreo. Todavía puede mirar atrás y ver que
su madre no está demasiado lejos. Para el clarividente, este espacio aparece
compuesto principalmente por energía de nivel azul, o de nivel etéreo. Se trata
de un espacio en el que el niño prefiere jugar solo o, si permite la entrada de
un compañero de juegos, lo vigila atentamente para impedir que altere en
demasía el espacio. En esta fase, el niño no tiene un ego lo bastante fuerte
como para mantener una claridad real entre su yo y el del otro. Lucha por hallar
su exclusividad y, sin embargo, se siente muy conectado a todas las cosas. Los
objetos personales se convierten en formas de definir la individualización,
definición a la que ayuda el espacio de energía privado. Así, cuando un niño
visita el cuarto de otro niño de cinco a siete años de edad, el anfitrión se
debate entre su deseo de comunicarse con el otro y su inclinación de preservar
la imagen de sí mismo. Lucha por controlar los objetos personales que ayudan a
definir quién es y alrededor de los cuales ha situado su propia conciencia
energética. La lucha en este caso consiste en reconocer y mantener la
autoindividualización y, pese a todo, sentir la conexión con un «individuo»
distinto.
A los siete años de edad, aproximadamente, el niño empieza a
tejer una enorme cantidad de energía dorada en este espacio, que se hace más
libre, más grande, menos conectado con la madre y más abierto a los visitantes.
Como su sentido del yo es más elevado, el niño empieza ahora a descubrir similitudes
en otros seres humanos. Ya puede permitir a los «otros» una mayor autoexpresión
dentro de su espacio privado. Permite que el visitante cree todo tipo de formas
energéticas en ese espacio. Con ello, las cosas se hacen más «divertidas» y
«vivas» y mejoran la vida de fantasía. Los niños entran en la fase de la
«pandilla». Una de las cosas que posibilitan que así sea es que, alrededor de
los siete años de edad, por encima de todos los chakras se presenta ya una
pantalla protectora que impide el paso de muchas influencias energéticas
procedentes del campo que rodea al niño, este se siente más «seguro» porque es
en su campo aural donde realmente existe.
ESTADO LATENTE
Conforme el niño crece en el estado latente, entre los siete
años y la pubertad, tiene lugar el desarrollo de nuevas facultades mentales
junto con el desarrollo del tercer chakra. En esta fase se incrementa el color
amarillo mental del aura. Aunque este chakra está abriendo las energías
mentales y el niño asiste ya a la escuela, dichas energías se emplean
principalmente para mejorar la vida fantástica infantil. Aquí entran en juego
profundos impulsos y se producen conexiones teleológicas con el largo
desarrollo pasado de la humanidad. El niño se convierte en jefe indio; la niña,
en maga. Son impulsos teleológicos profundos que revelan el deseo del alma y
que, con toda probabilidad, se relacionan con la tarea del alma en el mundo.
Dentro de estas formas arquetípicas se encuentran las aspiraciones espirituales
profundas, las metas y aspiraciones del individuo, expresadas por las
capacidades que adopta cuando juega en el patio de recreo. Ahora es cuando los
tres primeros centros -el físico, el emocional y el mental del plano terrestre-
trabajan juntos para expresar la primera fase de la encarnación del alma.
Reiki es un sistema de sanación que trabaja con la Energía
Universal a través de los chakras mediante la imposición de manos. El efecto
inmediato de Reiki es la relajación pero sus efectos van más allá ya que
conecta todas las capas aurales para que la conexión con tu verdadero Ser –tú
Yo Superior- se haga realidad de una forma más consciente.
TERAPIA Y CURSOS
DE REIKI
Facilitadoras:
Ascensión Menchón
García_Maestra de Reiki
María de Tíscar
Bosques Navarrete_Maestra de Reiki y Tarotista
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