TEJIENDO MUNDOS DE LUZ

martes, 27 de septiembre de 2016

PEQUEÑAS RABIETAS



ME HAN DADO PLANTÓN

A todos nos han dado plantón –al menos una vez- a lo largo de nuestra vida. En la era predigital cuando los móviles no existían -salvo en las películas de ciencia ficción- que te dejaran colgado en una cita sin previo aviso podía adquirir distintos significados: se le ha pinchado la rueda, no encuentra la dirección, le ha surgido un imprevisto, etc.; sin embargo, en estos momentos en los que la mayoría de las personas se sienten incapaces de vivir sin el Smartphone pegado a la mano, si alguien no acude a un encuentro preestablecido y no contesta a tus llamadas ni los wasap es que –sin duda- te ha dado plantón. ¡Y tu cara adopta un gesto mezcla de perplejidad y cabreo!

¿De verdad se necesita el coraje y la valentía de Aquiles para anular una cita? ¿Enviar un wasap resulta un acto tan heroico como para requerir el ADN de Hércules?, ¿en serio? ¿Qué les ocurre a ese tipo de individuos que no son capaces de avisar cuando saben que hay otra persona esperando su llegada? Sería maravilloso conocer el porqué, mas ahora me interesa cómo gestionar el enfado de quienes han sido ignorados.

Lo frustrante no es solo que dicho encuentro tuviera más o menos relevancia en nuestra vida, sino el hecho de que no se hayan tomado la molestia de avisar. Lo habitual en estos casos sería:
1.      Mentalmente: mandar al o a la susodicha más allá de los mares de China;
2.      Verbalmente: volver a enviarlo/-a mucho más allá (con palabras malsonantes incluidas, que siempre vienen bien para ampliar vocabulario);
3.      Llamar a la persona causante del enfado hasta que conteste para darle un buen repaso;
4.      Para fumadores: realizar los pasos 1, 2 y 3 acompañados de unas furiosas caladas a un cigarro.

Aparentemente, llevando a cabo los pasos anteriores se siente cierto alivio a corto plazo, pero resultan una pérdida de energía, de salud y de cuerdas vocales. A continuación apunto unos pasos para digerir y expulsar la indignación de forma saludable:
a)      Abrigar una duda razonable, tal vez no haya podido avisar por una razón de peso;
b)      Plasmar sobre el papel tus sentimientos para que no se enquisten; escribir o dibujar facilitan el entendimiento y la relajación.
c)      Realizar una actividad que te resulte agradable: hacer deporte, salir a dar un paseo, escuchar música, tomar un baño de sales,…; así puedes aprovechar ese momento como un regalo y no como un tiempo perdido;
d)      Si después de unos días (un par de ellos) sigues sin saber nada de esa persona: elimínala de tu agenda, Facebook, twitter o cualquier otra red social, y bórrala de tu mente; para hacer hueco y dar la bienvenida a otros seres más respetuosas con tu vida.

¡Rabietas: las justas y breves; por favor!

Ascensión Menchón García
Maestra y terapeuta de Reiki
Terapeuta de Técnica Metamórfica

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martes, 20 de septiembre de 2016

LA CONFIANZA


PARA CALMAR LA MENTE

 
La confianza es un pensamiento que nos permite relacionarnos con la vida, con los demás y con nosotros mismos mediante sentimientos pacíficos, bondadosos y generosos, pues confiar invita al regocijo y a la aceptación del entorno y de uno mismo.
Lo cierto es que no me educaron en dicho principio. Muy al contrario, contaminaron mi mente con mensajes negativos sobre el ser humano y avivaron la idea de una “sana” desconfianza hacia los demás. A mis padres los educaron los suyos y, la verdad, desconozco cuántas generaciones debieron creer en la valía de la sospecha, pero –como el impacto ha sido enorme- debieron de ser muchas. Tal vez a muchos de nuestros antepasados y a personas en situaciones límite les haya resultado beneficioso favorecer dicha actitud recelosa. Sin embargo, en una sociedad asentada el hecho de  recelar de los demás no sirve más que para sentirnos solos y edificar una muralla emocional ante el resto del mundo, a la cual solo pueden acceder unos escogidos y en contadas ocasiones.
El escepticismo hacia las personas es como una mancha de aceite que se extiende ad infinitum. Cuando, por principios, dudamos de un amplio espectro de personas este pensamiento crece incluyendo a toda la humanidad; se expande hacia el devenir de los días, procede del pasado, se instala en el presente y se proyecta hacia el futuro.
Cuando desconfiamos de nuestras relaciones nos sentimos desvalidos y en peligro, entonces recelas y dudas incluso de ti mismo, pues los pensamientos no se acotan sino que crecen y devienen en una tortura mental.
Los pensamientos se apoderan de toda tu realidad, son creativos, y crean –en el sentido de diseñar o fabricar- aquello en lo que crees. Dales de comer desconfianza y eso es lo que tendrás: múltiples ocasiones en las que corroborar la malicia del mundo. Aliméntalos a base de seguridad y ellos te mostrarán abundantes momentos de tranquilidad, confianza y paz.
Después de unos años caminando por este planeta, he desaprendido viejos patrones mentales tóxicos sustituyéndolos por otros más sanos. Por experiencia puedo asegurar que sí se puede confiar en las personas, que nuestras experiencias dependen de nosotros mismos y que somos dueños y creadores de nuestro mundo. Este descubrimiento me ha abierto los ojos y ha ampliados mis horizontes, y mis relaciones están siendo moldeadas con unas líneas más ligeras y menos angulosas; en general: más placenteras.

Ascensión Menchón García
Maestra y terapeuta de Reiki
Terapeuta de Técnica Metamórfica


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